Yo y la humanidad
ante lo inesperado
En los tiempos en que había tiempo para
el hablar pausado y anodino, en una de las últimas charlas que tuve con mi
padre anciano, apareció una frase cuyo añejamiento le dio valor testamentario.
Solemnemente me dijo algo así: “yo fui un hombre previsor: siempre me preocupe
de prever y preparar el mañana. Pero ese mañana casi nunca se ajustaba a mis predicciones,
llegaba otro con sus sorpresas, buenas o malas… así que ya
no me animo a aconsejarte que seas previsor”.
Seguramente su condición de emigrante de
tierras y culturas lejanas, sellaron una marca infantil de inseguridad o fragilidad
donde germinó la formación reactiva de ser precavido.
Con ese legado, me puedo pensar llegando
al think- tank sobre el futuro del psicoanálisis habiendo cursado una vida cuya
lógica y empeño fuera eficaz para situarme en el costado disfrutable de la
condición humana, evitando los abismos de la precariedad y la exclusión, el desempleo
y la marginalidad.
Llegando sanos y salvos a la recta
final, el Covid19 irrumpió en nuestras vidas, cancelando hábitos, anhelos y proyectos,
que habíamos diseñado y trabajado para el año en curso, por añadidura, estamos inscritos en la franja etaria de más
alto riesgo, lo que subraya el acatamiento a la única medida que se ha reconocido como eficaz
y operante para disminuir el contagio: la cuarentena y el confinamiento social.
De allí la buena ocurrencia de Jonathan Sklar, de escribir
para mitigar el aislamiento, testimoniando la experiencia que estamos viviendo,
espontáneamente y en caliente.
Badiou llama acontecimiento al evento que
descarrila lo esperable y que nos obliga a inventar y diseñar otros itinerarios
de vida. Aprender dice Heidegger no es informar a alguien de algo que antes no sabía,
sino hacer de él alguien que antes no existía. El enamoramiento, el nacimiento
de un hijo, son modelos universales de esta experiencia. La prisión en
dictadura y el exilio fueron para mi experiencias de ese tipo, supongo que la
irrupción de una enfermedad grave puede agregarse a
la lista.
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El aislamiento social es una necesidad
imperiosa y una dolorosa experiencia, nos empuja a la condición de los leprosos
de la edad media, el precio para preservar la salud nos mutila en lo más humano
de la condición humana, nuestra condición de seres relacionales. Tal vez para los
jóvenes, los nativos de la revolución digital, el cambio de códigos resulte
menos violento. En lo que me es personal, el encuentro virtual es radicalmente diferente
al encuentro presencial. Pero si no hay pan buenas son tortas, y hoy gracias a la informática podemos estar
menos solos que antaño.
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La primera reacción a la epidemia es egoísta,
autorreferente, como concebida por un ser diabólico para interrumpir anhelos y
proyectos, los que había emprendido para sentirme vivo.
Entre negaciones y desmentidas, sabemos
que envejecer y morir son parte de la vida, pero esta experiencia como el amor-
se conjuga en singular. La pandemia viene a abatir esa singularidad
y nos sumerge en lo masivo, en ser un número anónimo y viene
a robarme mi singularidad, por lo menos a diluirla.
Casi de inmediato brota la vergüenza por
el egocentrismo, bochorno por sentirse único y (privilegiado) en la abolición
de la dimensión colectiva de un traumatismo histórico… Luego de un corto
silencio convocamos a la humanidad como remedio reparador del repugnante
egocentrismo. Tengo casa, alimentos, libros, dinero, para transitar la
tragedia, donde hay millones de congéneres que carecen de lo que yo dispongo.
El consuelo es necesario, pero a poco de navegar en él se vuelve abrumador
cuando la humanidad se hace presente en su descomunal y oprobiosa desigualdad, que
la pandemia subraya.
Entiendo que el confinamiento no es lo
mismo en la favela que en una casa confortable, pienso en los carteles de los
barrios pobres de Bolivia en dictadura, escribiendo carteles y gritando “mejor
que nos mate el virus y no el hambre” ¿Cómo conjugar la mirada hacia lo íntimo
y hacia el mundo sin caer en la cursilería del humanismo?
Dado que la diversidad humana es infinita,
cada quien tiene derecho a su versión.
Como dice Bifo Berardi en la compilación
titulada la Sopa de Wuhan, la experiencia extrema de la pandemia va a dejar
marcas imborrables en la aldea planetaria y es de presumir que esta no será la
misma antes y después de la experiencia extrema, “la gripecita de Jair B”, va a
dejar sus huellas hondas.
Dejo a politólogos y sociólogos el análisis
de los fenómenos en curso que obligan a repensar los daños de una economía
extractiva y siempre en expansión y su sustitución por el difícil equilibrio
entre ecología y economía sustentable.
Leí que los epidemiólogos piensan que las
génesis de las últimas pandemias se pueden atribuir a una conjunción de factores
humanos, una demografía y una economía siempre en expansión que destruye bosques en su diversidad ecológica
para fomentar la producción agrícola y el crecimiento exponencial de grandes
urbes que apretujan millones de habitantes en escaso espacio. Dejo este saber
especializado para los epidemiólogos, virólogos, politólogos y economistas. Volvamos al campo específico
de construcción de
subjetividad. En su Vigilar y Castigar
Michel Foucault nos da algunas pistas o andariveles, la escuela, la fábrica, el
hospital, el manicomio, como espacio o escenarios comunes que sentencian lo uniforme, pensar consiste en romper esa
barreara de la uniformidad y asumir los límites y dolores del encierro, y hacer
con este elaboraciones creativas.
La experiencia del tiempo real y vivencial
del confinamiento es más lenta. Entre el deleite y el
aburrimiento nos damos cuenta hasta qué punto éramos adictos a ritmos
epilépticos que nos devoraban y ahora recuperamos momentos de silencio y
soledad.
Aunque la lectura, la música y el cine
nos acompaña - viva la modernidad- el analgésico no nos calma el total de lo perdido,
prohibido acercarse, abrazarse, besarse, sobre todo con los seres queridos. Allí evocamos la reflexión
de Walter Benjamin: compartir experiencias y vivencias y narrarlas es tan
necesario para el alma como beber y comer para el
cuerpo carnal.
Tal vez ha llegado el momento en este psicoanálisis
del siglo XXI, de no enclaustrarnos en el mundo de objetos internos que funda
la realidad psíquica y abrirnos a la multideterminación de realidades
culturales y sociopolíticas, manteniendo las aduanas entre ambos registros.
GRACIAS!. Tengo en resaltador vibrando varias frases aquí leídas.
ResponderEliminarExcelente escrito!! Muy real gracias por compartir!!
ResponderEliminarGracias!! Siempre interesante Viñar
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