lunes, 1 de noviembre de 2021

El devenir del movimiento psicoanalítico y su transmisión de Carla Tomllenovich

 

“Me parece que si la transmisión no cumple esta tarea de brindar elementos para que uno haga ciertos recorridos, aporte desde otros lugares y pueda pensar, entonces no hay transmisión, hay pedagogía. Y la pedagogía es una macana porque lo que hace es obturar el pensamiento”. Diana Sperling

 

Hoy nos encontramos con la necesidad de re-pensar los modelos de transmisión, tanto en la formación como en nuestra praxis, la cual se vio obligada a un armado diferente con cierta inmediatez para no desaparecer en el encierro de un aislamiento forzado. 

Fuimos arrojados a un pensar-otro y con otros frente a un escenario inédito,  habilitando la posibilidad de transformación o quedar en el intento de sostener lo establecido como una estructura dogmática, encasillada a la estrechez de la sola presencialidad, como única garantía de transmisión y solidez.

No hay cambios sin resistencias, no hay cambios si no nos permitimos encontrarnos en otros  contextos más allá del conocido, si no nos permitimos el encuentro con el “no saber”.

Cómo analistas en formación y nativos-residentes de un modelo puramente mediado por lo tecnológico ¿Estaríamos siendo testigos y protagonistas de la implementación de un modelo bisagra, un “entre” lo que había y lo que inevitablemente se tuvo que crear  para sostener la transmisión del psicoanálisis?

El 2020 quizás fue el inicio de transitar la formación con un modelo migrante, un modelo en tensión, dejándose atravesar por estas experiencias.¿Podríamos considerar esta transmisión  como suceso móvil y flexible que nos convierte en herederos mutantes en nuestro hacer con capacidad de reformular y relanzar un modelo que goce de lo mestizo?

¿El psicoanálisis estaría mutando siguiendo las huellas de las sociedades y las culturas  a  un nuevo paradigma que pone en jaque lo dado sin que esto implique una desaparición de aquello que forman los pilares necesarios de una formación y una praxis psicoanalítica?

¿De que manera se sostuvo el modelo psicoanalítico y su trasmisión? Los espacios virtuales fueron un modo casi único  de “estar” con otros, un modo de trasmisión posible del psicoanálisis y de entramado social que nos daba pertenencia y sostén con otros, sin certezas. El análisis personal, los seminarios  y la supervisión se mantuvieron a pesar de ciertas variancias, como esto que va “siendo”, propio de un acontecer donde la complejidad y yuxtaposición, se hermanan, y que será necesario subjetivar.

La virtualidad como posible encuentro parece aludir a un espacio no real, es un lugar-otro, diferente al fáctico,  que será ineludible poder re-significar. A este campo que hoy llamamos virtual, en otros momentos no le faltaron disidentes y unos pocos adeptos por ser pensado como una práctica no reconocida por el psicoanálisis. ¿Actualmente, estaremos asistiendo a un fenómeno en estado de desarrollo, legitimando el uso de la tecnología como  otro medio de encuentro que difiere del uso del diván o del cara a cara?

Podríamos pensar en los modelos como un anclaje con ciertas invariancias y variancias, otorgando consentimiento a los atravesamientos epocales, considerando al movimiento como invocante del pluralismo, no solo como concepto sino como representante de un salir al encuentro con lo extranjero. Encuentro con aquello que nos conmueve y conmueve nuestra práctica y que por momentos nos abruma de tanto exceso que es necesario acotar para no quedar atrapados en un hacer anodino y de pura fluctuación.

Y es aquí donde podríamos pensar el trabajo “con” y “en” la comunidad. Escuchar otras voces, tonadas  y lenguajes que nos sacan de nuestra propia casa, para arrojarnos a una especie de exogamia familiar - de aquello conocido, de ciertas perpetuaciones que nos ahorran temores e incertidumbres. Voces que atraviesan nuestros seminarios actuales y praxis, no solo en el abordaje comunitario, sino en la extensión territorial que nos permitió la incorporación de la tecnología.

¿Cómo tolerar lo distinto, lo incierto, aquello que se nos presenta como puro acontecer, que “nos agujerea las certezas” citando a un psicoanalista de la casa Mariano Horenstein.

¿Cómo legitimar la labor tan ardua que realizan los psicoanalistas al implicarse en los acontecimientos sociales e institucionales, perteneciendo a su vez, a esta trama?

 Para seguir citando a mis colegas de la casa, tomo como referencia al grupo que trabajo durante la pandemia bajo el lema “APC disponible”. ¿Cómo rescatar este lugar del psicoanalista inmerso en la comunidad y en las instituciones? Pareciera un lugar de frontera y por momentos de trinchera. Esta labor no puede ser pensada sin el sostenimiento de los lazos inter-institucionales que permiten dar respuesta a un entramado social que está en riesgo de perder su trama, de soltarse y de quedar sin las ataduras necesarias frente al desamparo.

¿Será el trabajo comunitario  y en instituciones una nueva dimensión que hay que instituir y legitimar en tanto praxis psicoanalítica ? Lo que quizás no podemos hacer, es decir que no es psicoanalítico, como nuestras prácticas actuales mediadas por la tecnología y la virtualidad. ¿Es nuestra “escucha” un instrumento de trabajo nómade al que podemos apelar en medio de la diversidad contextual?

 La dimensión comunitaria, no es acaso una acción humanitaria-hospitalaria en el decir de J. Derrida. El encuentro con el sufrimiento del semejante, no es ahí donde el psicoanálisis se reconoce en su “hacer”. Quizás hay muchas preguntas que requieren ser pensadas para encuadrar nuestras prácticas y no sentirnos que el abordaje comunitario e institucional nos convierte en “los parias” del psicoanálisis. Necesitamos  esa brújula que nos oriente en la regulación de la praxis, permitiéndonos establecer alcances y límites en este “hacer”, que no es un hacer improvisado, sino un montaje que va al encuentro con lo extranjero “lo otro”.

Carla Tomllenovich - Psicoanalista en formación de APC

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