La importancia de la voz y la palabra en tiempos de
coronavirus
Una medida de cuidado, de
sobrevivencia y de protección en estos tiempos es el aislamiento de los
cuerpos. Los seres humanos tenemos
muchos modos de establecer comunicación. Sin embargo, para muchas personas es
imprescindible que los modos más primitivos de comunicación estén presentes
para poder establecer un lazo con el otro. Desconocemos la dependencia que
tenemos de ellos y muchas veces su “falla” produce actos que llevan a la
interrupción del encuentro con el otro. Justificaciones varias rellenan esa acción , “no
lo vi más porque no me gustó”, “voy a esperar para continuar mi terapia cuando
esto pase”, “no estaba cómodo” suelen ser argumentos que velan otras razones,
que tienen que ver con aquella historia que marcó nuestras preferencias.
La presencia física, el contacto,
la mirada y la voz son, en su conjunto, modos en los que establecemos lazos
imprescindibles para nuestra supervivencia emocional. Sabemos que ese largo
período de dependencia del otro ser humano nos constituye como tales, y en esos
comienzos de nuestra vida psíquica, cuando algunos de estos modos de
comunicación fallan o están ausentes, causan los estragos más grandes en
nuestro mundo psíquico y en nuestras relaciones. Si no somos sostenidos en
nuestros primeros tiempos, si no somos mirados en un ritmo de presencia-ausencia
adecuado, la angustia y el temor serán compañeros de muchos momentos de nuestra
vida.
En esta circunstancia actual, la
interrupción de algunos de esos modos de comunicación constituye el cuidado
de la vida y no el abandono o la ignorancia del ser del otro. Los pacientes ya no pueden seguir la rutina de
venir a los consultorios a buscar su espacio para reencontrarse con su palabra.
Su efecto es que la presencia física y la mirada del otro exogámico ya no se
encuentran con facilidad. Como modo de defensa, en vez de aceptar los modos de
conexión propuestos (llamadas telefónicas, vídeo llamadas) la acción suele ser interrumpir
su tratamiento hasta que las condiciones mejoren, lo que los preserva de
reeditar aquellas falencias inscriptas en nuestro psiquismo, las que obviamente
tememos reencontrar. Así, muchos profesionales de la salud mental hemos
percibido cómo les cuesta a nuestros pacientes continuar con sus terapias vía
online. Muchos de ellos a veces no pueden explicar por qué, pero la posibilidad
de la interrupción de ese momento donde la presencia física, la mirada, el
saludo ya no está, evidencia que para algunos se vuelven aspectos
imprescindibles, los únicos que verdaderamente garantizarían que hay alguien
que los puede escuchar verdaderamente. Para muchos pacientes, el analista que
espera el llamado no es el mismo que el analista que recibe con su presencia en
el consultorio. Son momentos de trabajar estos aspectos, de ayudar a que los
pacientes encuentren en la voz del analista la garantía de la continuidad. No
son momentos de quedarse en soledad. Como nos enseñó aquel niño que Freud
compartió en sus textos, hoy más que nunca tenemos que permitir que sea posible
que la palabra circule, para que todo sea menos oscuro.
Alejandra Giraldez, psicoanalista – Analista en
formación de la Asociación Psicoanalítica de Córdoba
Esto es excelente!
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