miércoles, 8 de abril de 2020

Hay más luz cuando alguien habla por Alejandra Giraldez


La importancia de la voz y la palabra en tiempos de coronavirus


Una medida de cuidado, de sobrevivencia y de protección en estos tiempos es el aislamiento de los cuerpos.  Los seres humanos tenemos muchos modos de establecer comunicación. Sin embargo, para muchas personas es imprescindible que los modos más primitivos de comunicación estén presentes para poder establecer un lazo con el otro. Desconocemos la dependencia que tenemos de ellos y muchas veces su “falla” produce actos que llevan a la interrupción del encuentro con el otro.  Justificaciones varias rellenan esa acción , “no lo vi más porque no me gustó”, “voy a esperar para continuar mi terapia cuando esto pase”, “no estaba cómodo” suelen ser argumentos que velan otras razones, que tienen que ver con aquella historia que marcó nuestras preferencias.

La presencia física, el contacto, la mirada y la voz son, en su conjunto, modos en los que establecemos lazos imprescindibles para nuestra supervivencia emocional. Sabemos que ese largo período de dependencia del otro ser humano nos constituye como tales, y en esos comienzos de nuestra vida psíquica, cuando algunos de estos modos de comunicación fallan o están ausentes, causan los estragos más grandes en nuestro mundo psíquico y en nuestras relaciones. Si no somos sostenidos en nuestros primeros tiempos, si no somos mirados en un ritmo de presencia-ausencia adecuado, la angustia y el temor serán compañeros de muchos momentos de nuestra vida.

En esta circunstancia actual, la interrupción de algunos de esos modos de comunicación constituye el cuidado de la vida y no el abandono o la ignorancia del ser del otro.  Los pacientes ya no pueden seguir la rutina de venir a los consultorios a buscar su espacio para reencontrarse con su palabra. Su efecto es que la presencia física y la mirada del otro exogámico ya no se encuentran con facilidad. Como modo de defensa, en vez de aceptar los modos de conexión propuestos (llamadas telefónicas, vídeo llamadas) la acción suele ser interrumpir su tratamiento hasta que las condiciones mejoren, lo que los preserva de reeditar aquellas falencias inscriptas en nuestro psiquismo, las que obviamente tememos reencontrar. Así, muchos profesionales de la salud mental hemos percibido cómo les cuesta a nuestros pacientes continuar con sus terapias vía online. Muchos de ellos a veces no pueden explicar por qué, pero la posibilidad de la interrupción de ese momento donde la presencia física, la mirada, el saludo ya no está, evidencia que para algunos se vuelven aspectos imprescindibles, los únicos que verdaderamente garantizarían que hay alguien que los puede escuchar verdaderamente. Para muchos pacientes, el analista que espera el llamado no es el mismo que el analista que recibe con su presencia en el consultorio. Son momentos de trabajar estos aspectos, de ayudar a que los pacientes encuentren en la voz del analista la garantía de la continuidad. No son momentos de quedarse en soledad. Como nos enseñó aquel niño que Freud compartió en sus textos, hoy más que nunca tenemos que permitir que sea posible que la palabra circule, para que todo sea menos oscuro.

Alejandra Giraldez, psicoanalista – Analista en formación de la Asociación Psicoanalítica de Córdoba



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